¡¡Hola a todos!!
Como muy pocos sabréis, soy de Zaragoza. Y como muchos sabréis, en Zaragoza ayer mismo hubo una presentación en El Pequeño Teatro de los Libros. La presentación fue de Tempus Fugit y Cuentos de Bereth, ambos del escritor Javier Ruescas. Aunque yo antes fui a la quedada de los lectores en la plaza San Miguel. Y aunque no pude quedarme hasta el final, me lo pasé genial. Y aquí va la crónica.
17:25
Bajo del autobús. Acabo de llegar del colegio, quedan cinco minutos para la quedada y estoy en Utebo. Malo. Aún no he merendado y sigo con el uniforme. Muy malo. Queda casi media hora hasta Zaragoza en coche. Jodido.
17:37
Voy a casa y me cambio lo más rápido que puedo, hasta el punto de ponerme la camiseta al revés ¬¬. Almuerzo rápido lo primero que encuentro y molesto a mi padre para que me baje rápido a Zaragoza. Soy tan pesada que a los cinco minutos accede ;D.
18:16
Por fin llego a la plaza San Miguel. Obviamente allí no hay ni un alma. Llamo al número de teléfono de Lucía, la organizadora, que me lo dio por facebook. No me lo coge. Vuelvo a llamar. Nada.
Como no me voy a ir sin luchar, me doy una vuelta por los alrededores pero tampoco encuentro a nadie. Intento echar de allí a mi padre, el cual ya se ha puesto en modo padre sobreprotector (¬¬) y, ya nerviosa, llamo otra vez al móvil. Esta vez me lo coge (aaaaaleluya, aaaaaaleluya) y por fin Lucía me dice que están en un bar de ahí cerca. Mi padre sigue rondándome como un buitre (juro que la próxima vez me llevaré a alguna amiga mía aunque sea para que se vaya. Jolín, que pesadito) y casi no me lo puedo sacar de encima, de no ser que Lucía fue tan amable de hablar con él y sacármelo de encima [momento vergüenza paterna ON](en serio, gracias. Menudo pesado...) [momento vergüenza paterna OFF].
18:31
Por esa hora más o menos, por fin llego allí. De las diecisiete personas que iban a estar allí (menos dos que iban directamente a la librería) solo éramos, contándome a mí, seis. Lo cual al principio fue un pequeño chasco. Luego ya dio un poco igual. Nos divertimos mucho hablando de libros, libros, y como sobraba tiempo, libros.
Una pregunta para todos: ¿¡De donde sacáis tantos marcapáginas!? ¡¡De toda la gente que conozco y suela comprar libros, soy la única que no tiene!!
Eso sí: Lucía, si llegas a leer esto, tienes un preocupante problema con el optimismo desmedido frente a ciertos libros. Yo me lo haría mirar (xDD).
19:34
Ahora aprox. de la que salimos del bar. Yo me encuentro perdida en la Gran Ciudad (si es que no sé salir de Utebo). Lo bueno es que no soy la única perdida, pero alguien sabe el camino (ya...).
Andamos hasta el lugar donde se hará la quedada, cerca de las fuentes. Andamos, y andamos, y andamos. Nos paramos también en un chino para comprar un anillo, y al no haber, alguien se cogió un cachirulo y, tras un montón de rato, por fin seguimos (sí, si estáis cansados ya de leer esto, hay más).
19:52
En el camino yo, inocente de mí, pregunto: ¿Alguien se sabe el camino?
Al contestarme que sí, me tranquilizo, y sigo andando como si nada.
Seguimos andando, seguimos andando, llegamos a una parada de autobús y nos subimos. Debió de ser el trayecto en autobús más corto de toda mi vida.
Bajamos, ya completamente perdidos preguntamos donde queda la calle doctor Iranzo y... Nos hemos perdido.
...
...
¡MIERDA!
19:58
Vale, repasemos. Dos minutos para la presentación. A un buen rato de la librería. Y perdidos. ¿Qué hacer?
Lo más fácil: Ir en taxi. Problema: Por allí no pasa ni Dios. Hay que seguir hacia abajo hasta encontrar algún taxi.
Por fin para uno. En ese primero suben la mitad. Nos quedamos en tierra yo, Cristina y Laura. Poco después conseguimos subir a otro taxi y vamos a la quedada. Tarde, desde luego.
He aquí una sabia lección: Antes de quedar, aseguraos de que sabéis adonde vais.
20:07
A esa hora más o menos, llegamos a la esquina. Problema: ¿cual de las cuatro calles es la que nos llevará a la librería?
Damos una vuelta buscando, sin encontrar nada. Llamo otra vez a Lucía, que de nuevo no lo coge. Finalmente, vamos por una calle que parece ser la correcta y gracias a Dios, lo es. Por fin hemos llegado a la librería.
Lo primero que hago es comprar los libros (después del mal rato que pasé pensando que no iba a poder comprar sinsajo, lo primero que hago es comprar el libro).
20:22
Por fin ha comenzado la presentación. Todo el mundo está muy callado y sin decir nada. Están entrevistando a Javier, que por cierto me pareció muy majo, cuando a mi me pita el móvil. Sin bateria.
Sin bateria para llamar a mi padre para que me recoja, que es justo lo que iba a hacer.
Mierda, mierda. Ya me imagino buscando una cabina de teléfono.
20:28
Por suerte el modo padre sobreprotector se ha puesto de nuevo en marcha, y mi padre me llama al móvil exigiendo saber donde estoy. Pero como el siempre es tan oportuno, me llama cuando todos están en silencio. Y mi acto reflejo es, obviamente, colgar para que no se escuche de más.
Otra vez estoy igual. Decidido: Soy gafe.
20:31
Esta vez es mi madre. Joder, a esta si que no la puedo colgar (o me mata). Lo cojo y me voy a la calle para no hacer ruido. Me suelta lo típico: Donde estás a estas horas, tu hermana te estaba esperando, la perra quiere que la paseen,... Lo típico, vamos.
20:36
Y justo ella le avisa a mi padre para que me llame. Él me pregunta donde estoy, le digo que en la librería de cerca de la calle Doctor Iranzo, y aparece en la esquina unos quince segundos después.
...
Vale, admitid que eso da miedo. Mucho miedo.
Mientras me sigo preguntando COMO narices ha llegado él allí, me exige que nos vayamos. Le suplico para entrar, pero no atiende a razones. Finalmente, consigo que me deje quedarme hasta las nueve en punto. Así que, resignada, vuelvo a entrar.
20:57
Intento pasarmelo bien lo que me queda de rato, pero la verdad es que no hago otra cosa más que mirar el reloj. Al final ya estoy tan nerviosa que me voy antes de tiempo (los malos tragos me apetece pasarlos cuanto antes mejor).
Y, llegando al bar de la esquina, mi padre paga y nos vamos. A mitad de una presentación que dudo mucho algún día consiga olvidar.
Uff, me ha quedado larga, pero es que todo fue así. Hay que ver. Si cuando digo que todo me pasa a mí es cierto, hombre. Ahora sí, ¡¡besos!!